HISTORIA
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LA EPOPEYA DE CABEZA DE VACA.
Primer cristiano en pisar tierras chihuahuenses
Por Felipe René Acosta Velázquez
Alvar Núñez Cabeza de Vaca La flota, compuesta por cinco navíos y cerca de 600 hombres, zarpó en junio de 1527 del puerto de Sanlucar de Barrameda, España, llevando como tesorero y alguacil mayor a Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Desde un principio, la expedición pasó por diversas dificultades, pues al llegar a reabastecerse en las islas del Caribe, más de 140 personas desertaron, sin contar con que los sorprendió un huracán que ocacionó la pérdida de algunos navíos y un buen número de hombres. Al llegar a la Florida en abril de 1528 muy cerca de lo que hoy es la bahía de Tampa. Narváez tomó la decisión de dividir la expedición, táctica común entre los exploradores españoles. Mientras un contingente iría por tierra, otro continuaría por mar, hasta reunirse ambos contingentes en el Río de las Palmas. Cuatrocientos hombres y ochenta soldados caminaron en busca de un reino indígena supuestamente rico en oro y plata, reino que nunca encontraron y volvieron a la costa entre ciénagas y marismas, pero los barcos ya habían zarpado, ambos grupos no volverían a reunirse jamás. Las flechas, el hambre y las enfermedades, cobraron las primeras víctimas, reduciendo el contingente a poco más de 200 personas. A costa de grandes sacrificios, construyeron cinco grandes balsas, cada una llevaría cerca de 50 personas, para intentar llegar al Río de las Palmas por la costa del Golfo. En estas embarcaciones, al pasar por la desembocadura del río Mississípi, se separaron debido a la fuerte corriente y a una tempestad que los envolvió. El mal tiempo hizo naufragar la balsas en una isla, probablemente la isla de Galveston, en Texas. A los pocos días, llegó una segunda balsa, entre los dos contingentes formaron una compañía de 80 hombres, la mayoría hambrientos y enfermos. Al principio los naturales del lugar eran amistosos, pero pronto empezaron a servirse de los náufragos esclavizándolos. Tal era su situación que los hombres fueron muriendo poco a poco, de ochenta que eran pronto fueron solo 15 y un tiempo después solo cuatro: Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Alonso del Castillo Maldonado, Andrés Dorantes de Carranza y Estebanico, esclavo negro de éste último. Después de vivir un año en la isla, pasaron al territorio de Texas, donde pasaron otros cinco años, viviendo como esclavos de los indios, quienes los utilizaban como cargadores. Hasta que después de varios intentos fallidos escapan de sus captores huyendo hacia la aldea de otros indios quienes los recibieron bondadosamente. En su recorrido se corrió el rumor de que tenían poder como curanderos. Cabeza de Vaca da testimonio de las curaciones, señalando que la mayoría de las veces consistían en santiguar al enfermo y rogar a Dios por su bienestar, además de darle de comer y beber. La fe de los indígenas en los náufragos se manifestaba erigiendo cruces a su paso y colgándose otras en el cuello. Los extraviados solían usar como báculos sendas cruces, confiando en que estas les ayudarían a encontrar la ruta de retorno a México. Probable ruta de Cabeza de Vaca. Por el territorio de Chihuahua
A partir de esta parte de la ruta, prácticamente todos los estudios difieren y señalan puntos distintos por donde los náufragos pudieron haber pasado. No obstante, los estudios más serios y pormenorizados, siguen las narraciones y los ubican en una ruta que sigue al noroeste hasta llegar a los alrededores de la confluencia de los ríos Conchos y Bravo (hoy Ojinaga). A partir de ahí, siguiendo el cauce del río Conchos, probablemente llegaron hasta donde hoy se encuentra Cuchillo Parado. En virtud de que había que sortear la sierra del Pegüis siguieron al oeste con rumbo a la laguna de Encinillas. Después tomaron por el cañón de Santa Clara hacia el oeste. Siguiendo la misma dirección, se encuentra la laguna de Bavícora (el actual Gómez Farías), San José de Bavícora y Nicolás Bravo. En este lugar, la bajada natural hacia la actual ciudad Madera, se tiene en el cerro conocido como La Concha, que se comunica a Yepómera y más adelante a Cocomórachi. Es probable que desde Cocomórachi, hubiesen tomado el rumbo de los ríos Papigochi y Sirupa, para cruzar a Sonora por el río Aros y llegar a la región de Sahuaripa, sobre todo si consideramos que es la ruta que seguían los indígenas desde Paquimé hacia la costa. Por su parte, en el relato se nos dice que los indígenas informaban a Estebanico por cuales caminos seguir. Respecto a la travesía por la zona de los ríos Bravo y Conchos, Cabeza de Vaca, señala que estos indios los trataron muy bien y les ofrecieron todo cuanto tenían, incluso mantas de algodón y maíz. Al cuestionarlos sobre éste último producto, los indios señalaron que no lo cultivaban por no perder la siembra, pues hacía dos años que padecían una intensa sequía y lo conseguían de la gente que vivía hacia la puesta del sol. Entonces los viajeros decidieron seguir su ruta hacia el oeste. Hacia la Nueva España
Cabeza de Vaca, Dorantes, del Castillo y Esteban, a poco de haber llegado al territorio del actual estado de Sonora (corrupción de Nuestra Señora, nombre que diera Cabeza de Vaca a la región) y desplazarse hacia el sur, supieron de la presencia de otros cristianos en la zona. Cerca del río Petatlán, tuvieron la certeza de este hecho y se encaminaron a su encuentro. A su paso encontraron aldeas abandonadas, y cuando preguntaron a los indios por el motivo de tal conducta, la respuesta fue "por miedo a la esclavitud". Iñigo de Alcaraz, había sido enviado por Nuño de Guzmán (entonces Gobernador de Nueva Galicia) a “pacificar” indios y se encontró con los náufragos a los que no supo como tratar y los envió presos a Culiacán. Llegaron el 15 de mayo de 1536, donde fueron recibidos por el Alguacil Mayor, Melchor Díaz. De ahí partieron a Compostela, donde su presencia causó gran admiración y finalmente, arribaron a la ciudad de México y se presentaron ante el Virrey, Antonio de Mendoza, el 23 de junio de 1536. Esta fue la historia de los primeros cristianos que pisaron estas tierras de Chihuahua, recorrieron miles de kilómetros, de océano a océano, y aun cuando su objetivo inicial no era llevar el Evangelio por estas tierras, dejaron plantada una semilla entre los naturales. Cuando los misioneros llegaron a las grandes planicies del Septentrión, encontraron el recuerdo del primer explorador, sobre todo en el culto a la cruz que profesaban ya algunos pueblos indígenas. Márquez Terrazas, Zacarías. Origen de la Iglesia en Chihuahua. Editorial Camino (1991). Sen Venero María Isabel. Alvar Núñez Cabeza de Vaca y el relato de un mundo desconocido, extraordinario y diferente. Horgan, Paul. Los conquistadores de la América del Norte. Editorial Diana (1966). |
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