CATEDRAL, TESTIGO DE LA HISTORIA
FUNDACIÓN DE LA DIÓCESIS DE CHIHUAHUA
A partir de la conquista de México, la iglesia católica se fue organizando mediante la fundación de nuevas diócesis. De tal forma, que en 1530 se fundó la diócesis de México-Tenochtitlan, con jurisdicción en todo el territorio mexicano que comenzaba a ser evangelizado. Siguieron las diócesis de Antequera (Oaxaca) en 1535, Michoacán (Morelia) en 1536, Chiapas en 1539, Puebla en 1543, Guadalajara en 1548, y Yucatán en 1561. En el siglo XVI toda la administración eclesiástica de México descansaba en estas siete diócesis.


Plano elaborado por el presbítero Dn. José Antonio Alzate en 1769, con los territorios de los obispados de México, erigidos en los siglos XVI y XVII: Puebla, Michoacán, Oaxaca, Guadalajara, Durango, Chiapas y Yucatán
 
En el siglo XVII solo se erigió en el virreinato una sola diócesis, la de Durango en 1620, y en el siglo XVII solo dos, la de Linares (Monterrey) en 1777, y Sonora en 1779. En total, diez diócesis en tres siglos.

En el siglo XIX, a pesar de todas sus turbulencias políticas y sociales, se crearon en México veinte nuevas diócesis. El doble de las que ya había. Además, todas se crearon en el México independiente, pues durante los primeros veinte años se siguió la misma política colonial de no multiplicar las diócesis, aparte de las condiciones poco propicias de la guerra de Independencia. 

La vicaría in cápite
Desde la fundación de la primera parroquia en Chihuahua, en Santa Bárbara (1564) a cargo de sacerdotes del clero secular, hasta 1620, la administración espiritual de la población española, criolla y mestiza quedó dentro de la jurisdicción del obispado de Guadalajara. 

Este obispado, que primero quedó establecido en Compostela y poco después cambió su sede a Guadalajara, fue erigido en 1548. Comprendía el territorio que hoy forman los estados de Jalisco, Nayarit, Aguascalientes, Zacatecas y parte de San Luis Potosí. Y cuando el capitán Francisco de Ibarra extendió la conquista al territorio que llamó de la Nueva Vizcaya, el obispado comprendió entonces todos los estados comprendidos en este reino, por lo tanto también Chihuahua y todo lo que se extendía hacia el norte con límites remotos e indefinidos. 

Así se mantuvo la situación hasta el 28 de septiembre de 1620 en que el papa Pablo V erige el obispado de Guadiana o de la Nueva Vizcaya, con sede en la ciudad de Durango y con jurisdicción sobre un territorio tan vasto como el que ocupan hoy los estados de Durango, Chihuahua, Sonora, Sinaloa, Nuevo México, Arizona, Zacatecas y, desde 1681, también las Californias. Su primer obispo fue el agustino fray Gonzalo de Hermosillo. 

La enorme extensión de la diócesis de Durango y por lo mismo la lejanía de muchas parroquias de la sede episcopal presentaba serios problemas para la administración espiritual de los fieles, sobre todo para casos en que se requería la autoridad del obispo. La solución que se encontró de momento fue la creación de dos vicarías foráneas. 

La solución que se encontró no fue la mejor, la de crear un nuevo obispado, sino la posible en aquellas circunstancias: el 14 de noviembre de 1817, el obispo de Durango, Marqués de Castañiza, creó en Chihuahua una vicaría foránea con sede en la capital. 

Esas vicarías se llamaban en aquel tiempo vicarías in cápite. Nombró como vicario in cápite al Pbro. Mateo Sánchez Álvarez, cura párroco de la villa de Chihuahua, con jurisdicción sobre las parroquias de Chihuahua, Cusihuiriachi, Satevó, Santa Eulalia y San Buenaventura y las misiones de la Alta y Baja Tarahumara. El 28 de mayo de 1821, el obispo amplió la jurisdicción anterior a otros curatos del norte de la Nueva Vizcaya. 

Hay que notar, sin embargo, que el Ayuntamiento de Chihuahua no se dio por satisfecho con esta medida, y que en 1818 redactó un memorial al rey, en el que junto con la petición de otorgarle a la villa el título de ciudad, se le pedía que la elevara al rango de sede episcopal. 

El vicario in cápite, equivalente hoy a un vicario episcopal foráneo, recibía su nombramiento del obispo y estaba dotado por el derecho canónico para ejercer con potestad ordinaria, fuera de la sede episcopal y en un territorio determinado, los actos de gobierno que el mismo obispo le indicaba y en su representación, a fin de evitar a los fieles la molestia de tener que acudir a la lejana sede episcopal. Generalmente ejercía también la función de juez eclesiástico. 

Esta vicaría in cápite cesó al consumarse la Independencia, pero el Congreso general, con un decreto del 19 de julio de 1823, autorizó la restauración de esa vicaría con sede en Chihuahua. En vista de que no se le dio pronto cumplimiento al dicho decreto, el Congreso local, con fecha del 18 de julio de 1826, acordó insistir ante el Cabildo que gobernaba la sede vacante de Durango, para que restableciera dicha vicaría; estas gestiones que se repitieron en julio de 1831. No fue sino hasta que tomó posesión de la sede de Durango el obispo José Antonio Laureano López y Zubiría, quien llevó a cabo dicha disposición nombrando como vicario in cápite al Pbro. Miguel Salas Valdez, con sede en la ciudad de Chihuahua y con jurisdicción sobre todo el estado. El último vicario in cápite fue el Pbro. Luis Terrazas y Córdova, que ejerció el cargo del 11 de febrero de 1891 al 8 de noviembre del mismo año.

La bula Illud in primis

Papa León XIII
 
La bula Illud in primis, publicada el 23 de junio de 1891 por León XIII, tiene una importancia especial en la historia de la Iglesia en México, pues vino a reordenar todo el mapa eclesiástico. No sólo creo de golpe cuatro nuevas diócesis: Chihuahua, Saltillo, Tepic, Cuernavaca y Tehuantepec, sino que elevó a la categoría de arzobispados a tres diócesis: Durango, Linares (Monterrey) y Antequera (Oaxaca), añadiéndolas a las tres que ya había (México, Guadalajara y Michoacán) y reacomodando por consiguiente, en estas seis provincias eclesiásticas todas las diócesis existentes en la República. Esta reorganización hizo más fluida la acción pastoral de la Iglesia, permitiendo una mejor planeación pastoral entre las diócesis pertenecientes a cada provincia eclesiástica. 

La nueva diócesis
En el texto de la bula, León XIII explica que la erección de esas nuevas diócesis responde a la petición que le hicieran los obispos mexicanos, en vista de las graves incomodidades que supone la enorme extensión de las diócesis actuales, tanto para los obispos que tienen que atenderlas, como para los fieles, que se ven privados de una atención pastoral más cercana. 

La bula Illud in primis le señaló a la nueva diócesis de Chihuahua todo el estado del mismo nombre, en el que en ese tiempo había 42 parroquias, mismas que pasaron a integrar el nuevo obispado. Quedó como sede la ciudad de chihuahua y como catedral el hermoso templo parroquial iniciado en 1725 y terminado a principios del siglo XIX; aquél que ya el obispo Tamarón había considerado, en su visita pastoral a la villa en 1764, que con el tiempo podría ser “una lucida catedral”. En su nueva condición de catedral, el templo dejó de estar bajo la advocación de san Francisco de Asís y quedó dedicado a la Santa Cruz. 


Mons. José de Jesús Ortiz Rodríguez
 
Como al mismo tiempo que se creó el obispado de Chihuahua, se elevó el obispado de Durango a la categoría de arzobispado, Chihuahua, junto con las diócesis de Sonora y Sinaloa y el vicariato apostólico de Baja California, quedó como sufragánea de Durango. El obispo que ya estaba, don José Vicente Salinas (1868-1894), quedó como primer arzobispo. 

Pedro Loza y Pardavé, arzobispo de Guadalajara, delegado por León XIII para ejecutar la bula de erección de la diócesis de Chihuahua, delegó a su vez al padre José Hilario Echevarría, párroco de Parral. Éste se traslada a Chihuahua y realiza la erección canónica de la diócesis el 8 de noviembre del mismo año, y nombra vicario capitular al Pbro. Luis Terrazas y Córdova para el periodo de sede vacante mientras llegara el obispo designado por Roma. 

El nombramiento del primer obispo tardó dos largos años, y la persona designada por el papa León XIII para ocupar la recién nombrada sede episcopal fue el licenciado José de Jesús Ortiz Rodríguez.


Vázquez, Dizán. (2008). Fundación de la diócesis de Chihuahua y su primer obispo.