LA IGLESIA DE CHIHUAHUA
HOY CELEBRAMOS LA FIESTA DE LA SANTA CRUZ
Fiesta Patronal de la Catedral de Chihuahua.
Página de Catedral, 3 de mayo de 2016. Con la bula Illud in primis, publicada el 23 de junio de 1891 por León XIII, fue creada la diócesis de Chihuahua, y el antiguo templo parroquial de San Francisco y Nuestra Señora de la Regla se transformó en la Catedral de Chihuahua, dedicada a la Santa Cruz.

En el altar del crucero dedicado a Nuestra Señora de los Dolores, en la parte superior hay una cruz de madera que en el centro tiene un relicario con una astilla de la Santa Cruz encontrada por Santa Elena, madre del emperador Constantino.

La Santa Cruz, es signo del Amor infinito de Nuestro Señor.
La Santa Cruz es trono para Nuestro Señor Jesucristo. Tan noble Rey venció en ella al pecado y la muerte, no al modo humano, sino al misterioso modo divino.

El odio de los hombres combatió contra su mismo Redentor, pero venció el Amor de Jesús por los hombres. Estos se unieron para atormentar a Jesús e irrumpieron contra Él; y Él soportó todo tormento y se sometió a la misma muerte, con la mansedumbre de un cordero. Su Cuerpo divino, llagado de amor, no encontró otro descanso que la Cruz.

Mientras Jesús sufría, amaba. Nos devolvió con amor tanta ofensa. Tanta ofensa hecha por cada uno de nosotros día a día. Y es en virtud de ese amor unido al sufrimiento que Él gustaba una gran felicidad: la de salvar el género humano. Se sometió a la muerte para darnos vida. Fue en la Cruz donde nos conquistó el perdón de su Padre.

¿Por qué Señor tanta mansedumbre, tal gozo entre tantos expertos de muerte? Precisamente se debe a que el cáliz de la Pasión Él lo tomó no de la mano de sus enemigos, sino de las del Padre; y por consiguiente lo tomó con amor infinito.

He aquí el secreto de padecer con mérito y con gloria: recibir las tribulaciones, no de las manos de los hombres, sino de las de Dios. El dolor en esta tierra es inevitable: lo vemos a nuestro alrededor en diversas manifestaciones. Está claro que el dolor no se puede evitar siempre. Pero también está claro que el amor tiene su precio: y siempre resulta un precio amable –y hasta “barato”- en la medida, precisa, del amor.

Este es el secreto del amor de Dios por los hombres, y del mismo modo puede ser el secreto del gozo de los mártires. También será el gozo de cualquier cristiano que reciba un aumento del amor de Dios. Así como entendemos claramente –sin una duda- que vale la pena gastarse por un amigo, un familiar, una persona querida, del mismo modo a los que aman a Dios les resulta fácil “gastarse” –o sacrificarse- por Él.

A veces a quienes queremos les regalamos u ofrecemos lo que se nos ocurre. En otras ocasiones, con mucha confianza, esas personas queridas nos solicitan algo –a veces con urgencia- y ésa es la piedra de toque del amor. Cuando rápidamente decimos que sí a lo que nos cuesta –inesperadamente- es porque amamos sinceramente a esa persona.

Con Dios sucede otro tanto. A veces le ofrecemos a Dios “sacrificios” que nos parece le gustarán, y otras es Él mismo quien golpea a nuestra puerta pidiéndonos algo: a través de otras personas o directamente.

Jesús cargó con la Cruz y nos invita a que cada uno de nosotros lo imitemos también en esto. No hay camino sin Cruz. Dios regala la Cruz a quienes ama, a quienes quiere regalar también con muchos otros bienes. Ese es el sentido de las palabras del Apóstol: “No quiero otra cosa que Jesús y Jesús crucificado.”

En la Cruz nos encontramos y unimos a Cristo. Busquémoslo siempre allí. Él, con sus brazos extendidos, nos espera para regalarnos el abrazo de su infinito amor.